Nacemos
neutrales, con habilidades innatas para reconocer y comprender la realidad de
la energía, la realidad mental y espiritual. Con impulsos de supervivencia que
caeríamos a ser sólo narcisistas, preocupados por el yo, pidiendo atención,
leche, mis necesidades y caprichos así y así hasta ir distinguiendo, razonando,
conociendo, aceptando y rechazando información y experiencia de acuerdo a
nuestra predisposición genética y nuestro entorno, si se nos educa con amor y
valores, respetándonos, prosperaremos a bien, autoaceptación, felicidad,
madurez, una plena confianza en sí mismo.
Por el contrario si nacemos y nos
desarrollamos en un entorno de antivalores y sentimientos negativos y los
llegamos a aceptar para moldearnos, sin tomar en cuenta lo correcto, lo bueno
de afuera, no seremos personas de bien.
Todo puede ser transformado, hacer a la gente buena debe ser prioridad en la
vida humana. La sociedad y nuestras ambiciones, nuestro ego, pueden hacer que
tomemos decisiones malas y nos dejemos gobernar por la sinrazón. Ellos no nos
hacen malos, nuestra falta de valores, creatividad e ignorancia no nos muestran
los diversos caminos, es por ello que debemos ser siempre curiosos para educarnos y discernir,
tener nuestras propias conclusiones de todo
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